sábado, 5 de mayo de 2007

Lewis Carroll.


EN LA MADRIGUERA DEL CONEJO.

Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía dibujos ni diálogos. ¨¿Y de que sirve un libro sin dibujos ni diálogos?¨, se preguntaba Alicia.

Así pues, estaba pensando (y pensar le costaba cierto esfuerzo, porque el calor del día la había dejado soñolienta y atontada) si el placer de tejer una guirnalda de margaritas la compensaría del trabajo de levantarse y coger las margaritas, cuando de pronto saltó cerca de ella un Conejo Blanco de ojos rosados.

No había nada muy extraordinario en esto, ni tampoco le pareció a Alicia muy extraño oír que el conejo se decía así mismo: "¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!" (Cuando pensó en ello después, decidió que, desde luego, hubieran debido sorprenderla mucho, pero en aquel momento le pareció lo más natural del mundo). Pero cuando el conejo se sacó un reloj de bolsillo del chaleco, lo miró y echó a correr, Alicia se levantó de un salto, porque comprendió de golpe que ella nunca había visto a un conejo con chaleco, ni con reloj que sacarse de é, y, ardiendo de curiosidad, se pudo a correr tras el conejo por la pradera, y llegó justo a tiempo para ver cómo se precipataba en una madriguera que se abría al pié del seto.

Extracto del primer capítulo de "Alicia en el país de las maravillas", cortesía de www.elaleph.com

En la fotografía, la niña que está sentada en la silla es Alice Liddell, se dice que fué quien inspiró este libro.

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